La Ciudad de la Luz está en venta. La construcción del complejo cinematográfico costó 265 millones y en mantenerlo cerrado se van otros siete cada año. Ahora Francis Ford Coppola quiere darle el vuelo que nunca alcanzó, pero no se descarta que acabe reconvertido en un casino chino.
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Un momento del rodaje de 'Asterix y los Juegos Olímpicos', una de las
pocas grandes producciones que se rodaron en la Ciudad de la Luz. /
R. C. |
Quentin Tarantino, uno de los directores de cine de mayor éxito en
los últimos tiempos, estaba en Madrid para presentar ‘Kill Bill 2’ junto
al actor David Carradine. Era junio de 2004. Por la noche dejó a ‘Kung
Fu’ y se fue a cenar con su chica, la también directora Sofia Coppola, y
en el restaurante alguien les habló de las maravillas de la Ciudad de
la Luz. Al padre de ‘Reservoir Dogs’, ‘Pulp Fiction’ o ‘Malditos
bastardos’ le picó la curiosidad y preguntó a qué distancia de Madrid
quedaba Alicante. Al día siguiente se fue para allá y al llegar a la
puerta no le dejaron entrar. Él se presentó y explicó que era su única
oportunidad de visitar los estudios. El guardia jurado que cuidaba el
recinto, todavía en obras, pasó el marrón a las altas instancias y la
respuesta fue algo así como «¿y ese quién es?»
La anécdota sirve para ilustrar el nivel cinematográfico de los
gestores de la Ciudad de la Luz, el sueño de Luis García Berlanga, el
genial director valenciano que siempre pensó que en su tierra, a orillas
del Mediterráneo, con un clima tan agradable como el de Hollywood,
triunfarían unos estudios de cine. A Eduardo Zaplana, presidente de la
Generalitat Valenciana entre 1995 y 2002, le gustó la idea en los
prolegómenos de la megalomanía en la Comunitat Valenciana, pero en vez
de proyectarlo en Sagunto, como sugirió Berlanga, más cerca de Madrid y
Barcelona, se los llevó, a golpe de expropiación, a sus dominios, a
Alicante.
Francisco Camps remató el proyecto e inauguró la Ciudad de la Luz en
2005 bajo la promesa de grandes rodajes, fabulosas estrellas y un
retorno económico de primer orden para Alicante. Los años fueron pasando
y, aunque no faltó algún personaje, aquello no resultó ser como la era
dorada de Cinecittà. Por eso había que aprovechar las oportunidades y se
estableció la orden de dar el aviso cuando se dejara caer algún famoso,
para no desperdiciar una foto como la que se hizo Camps con un
divertido Gérard Depardieu vestido de Obélix con motivo del rodaje de
‘Asterix y los Juegos Olímpicos’. Aquella imagen la utilizó la
Generalitat, incluso, para promocionar en 2007 la Ciudad de la Luz en
Fitur.
Nunca se alcanzaron las expectativas. Quizá porque los primeros dos
directores, José María Rodríguez Galant, de quien las malas lenguas
dicen que hablaba de «plaquetas» en lugar de «claquetas», y Elsa
Martínez no provenían del mundo del cine. O tal vez porque se confió en
la empresa Aguamar para llevar hasta Alicante rodajes internacionales y
no lo lograron.
Lo grave del asunto es que el complejo, como infraestructura, es
sobresaliente. Ridley Scott calificó los estudios como «los mejores del
mundo» por sus 11.000 metros cuadrados de platós de rodaje con la última
tecnología, 12 hectáreas para exteriores con foso de rodaje de 8.000
metros cuadrados, así como otros 11.000 de almacenes, talleres y
edificios de producción. Una de sus joyas es el descomunal tanque de
agua que permitió a Juan Antonio Bayona rodar la impresionante escena
del tsunami para ‘Lo imposible’.
La Generalitat, como era habitual en aquellos años (Terra Mítica,
Ciudad de las Artes y las Ciencias, aeropuerto de Castellón...), disparó
con pólvora de rey y se gastó 265 millones de euros en su Ciudad de la
Luz -a nadie se le debió ocurrir ponerle el nombre de Berlanga- y eso
provocó cierto recelo en el extranjero. Los estudios Pinewood de
Londres, donde se han rodado muchas de las películas de James Bond, les
denunció por competencia desleal, como corroboró la Unión Europea en una
sentencia que arruinaba el proyecto porque obligaba a la Ciudad de la
Luz a devolver esa inversión millonaria. El ‘The End’ se precipitó en
2012 y los estudios están sin actividad desde entonces.
Desde la oposición, Eva Martínez, diputada del PSPV, nombrada
‘portavoz de grandes eventos’ ante la incontenible sucesión de estos en
la Comunitat Valenciana, denuncia que todo se hizo «con excesivo lujo y
despilfarro». Martínez recuerda que se pagó «una millonada» al
arquitecto estadounidense Gary Bastian, del mismo modo que se
desembolsaron 850.000 euros por los derechos de la novela de Mario Puzo
sobre los Borgia para una superproducción que nunca se rodó.
La diputada socialista subraya cuatro argumentos de la sentencia
europea por competencia desleal: «Nunca debería haberse construido
porque no hay industria cinematográfica en Alicante ni en la Comunitat
Valenciana; ningún inversor privado hubiera invertido un solo euro en
ese negocio; a la Administración le hubiera salido más rentable haber
invertido ese dinero en Bolsa, y no sólo no es rentable sino que las
ayudas que da a las productoras también vulneran la libre competencia».
54.000 euros al director
Se gastó con alegría. Como el medio millón de euros que se pagó a
Francis Ford Coppola por una conferencia y una rueda de prensa, o los
viajes a todo trapo de Elsa Martínez por los festivales para hacer
contactos. La dirección, al final, cayó en un hombre del sector, José
Antonio Escrivá, quien dirigió la Mostra, el festival de cine de
Valencia, que abandonó tras reconocer que había contratado a una empresa
propia. Escrivá, que no coge el teléfono, sigue siendo el director,
aunque nadie sabe muy bien qué dirige, pues allí ya sólo trabajan
jardineros, seguridad privada y abogados. A eso ha quedado reducido el
sueño de Berlanga. Escrivá no ha dimitido y sigue ganando 54.000 euros
cada año, que la Generalitat Valenciana justifica por su labor «en la
extinción de la sociedad».
Y con alegría se patrocinó a varios clubes deportivos de Alicante,
como denunció la diputada de EU Esther López Barceló. «Se pagó 522.000
euros al Elche y lo mismo al Hércules, un dinero desmesurado para dos
equipos de Segunda División por hacer publicidad de un complejo que no
tenía espectadores». Y al Lucentum, del que era consejero Rodríguez
Galant.
A Alberto Fabra le toca vender el ‘muerto’ y saldar la deuda. El
proceso de venta se ha iniciado, aunque pocos esperan que se complete
antes de las elecciones. La Ciudad de la Luz se podrá vender desgajada
en seis u ocho lotes o, si su precio supera el de todos los trozos, por
completo a un comprador.
Entre los pretendientes ya se ha perfilado Francis Ford Coppola y un
equipo de veteranos del cine. Aunque también se habla de un grupo de
empresarios chinos cuyo fin último sería reconvertirlo en un gran centro
de vacaciones con casinos para sus compatriotas, algo así como un Las
Vegas alicantino. Serían 2.000 inversores asiáticos dispuestos a aportar
600 millones. El agente inmobiliario Isidro Bernabéu, contacto en
España de estos emprendedores, también representa a unos empresarios
rusos que quieren levantar otro casino.
El socio de Coppola en Alicante es Santa Ana Corporación -una empresa
que se dedica a negocios inmobiliarios- y su administrador, Juan
Antonio Iniesta, lamenta que se pueda vender el complejo por partes.
«Aquello se creó para hacer cine y mis socios lo que idean es un
proyecto para vender cine por todo el mundo. No creemos que se deba
diseccionar por lotes sino hacer un proyecto fuerte, una industria
potente que tenga su impacto en Alicante y todo el perímetro de la
Comunitat Valenciana. Y el negocio incluiría series de televisión y
productos para internet».
José Luis García Berlanga, el hijo del maestro, tiene claro que un
proyecto así «nunca será rentable sin las deducciones fiscales que
ofrecen otros países por rodar allí». Lo peor es que su padre era un
visionario. Y ya se lo auguró a su hijo José Luis. «Me dijo: ‘Aquello
acabará como un secadero de jamones’».
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